El pasado domingo 20 de noviembre celebramos juntos el día de la infancia. Este es el texto que allí se leyó por boca de nuestra querida Celia, mamá de Andy y Elián.
"Podríamos empezar por el principio, presentándonos.
Trabajadores, trabajadoras; padres y madres, alumnos o
antiguas familias.
Adultos, niñas y niños. Personas al fin, congregadas en
esta plaza, dispuestas a saltar, a saltar por la infancia.
Hace unos meses Granada ya saltó y en uno de esos
profundos brincos contó con el compromiso expreso de todos los grupos políticos
de ámbito municipal para defender los objetivos de este movimiento, defender un
modelo de educación infantil público y de calidad, con un proyecto pedagógico
que comprenda la etapa completa 0-6, donde la participación de la comunidad
educativa se haga realidad. Pero no es suficiente, saltemos con fuerza para que
la administración autonómica asuma también este modelo y lo defienda pedagógica
y
económicamente. Saltemos para que la Junta de Andalucía nos vea, nos escuche
y haga el mismo ejercicio de empatía que todos debemos hacer con la infancia.
Recordemos que la Convención sobre los Derechos del Niño afirma que “cualquier
decisión, ley, o política que pueda afectar a la infancia tiene que tener en
cuenta qué es lo mejor para el niño”. Niños y niñas lo saben, nosotros también.
¿Saltamos?
La Fundación Granada Educa es el paraguas que nos abriga y
las Escuelas Infantiles Municipales los nidos que nos acogen.
Saltamos porque saltando emprendemos el vuelo, despegamos
y avanzamos.
Saltamos porque así esquivamos el pozo, la fosa y el
agujero.
También saltamos porque nos divierte. Cuán emocionante es
salvar obstáculos y reír en compañía, al lado del otro. Cómplices y compañeros,
nos miramos y compartimos. Atesoramos el momento entre risas. Saltamos mientras
jugamos.
Esta mañana le dije a un amigo “pareces un niño” y me miró
con recelo. Sonó como un juicio pero no lo era. Debiéramos venerar las cualidades
de la infancia y protegerlas. Una sociedad que saltara prejuicios y se quedara
con la espontaneidad, con la curiosidad, con la capacidad de asombro y con la
eterna búsqueda del niño, esa que pregunta, que hace hipótesis y encuentra,
siempre encuentra. Adultos que fueran como niños.
Niñas y niños no lo tienen fácil, la ciudad no los ve.
Ruidosa, rápida y vertiginosa, llena de peligrosas carreteras y cláxones
furiosos. Saltemos para que nuestras calles acojan rayuelas, paseos tranquilos
y pequeños peatones.
No nos saltemos la igualdad, el valor de todos los niños y
niñas es infinito y sus derechos los mismos.
Un salto que limpie nuestros oídos para escuchar a niñas y
niños, porque su opinión es importante y tienen derecho a participar en las
decisiones que les afectan y les atañe expresarse y tomar partido.
Convencidos de una infancia de derechos, no de
necesidades, somos los adultos los que la podemos propiciar cumpliendo nuestros
deberes. Para que los niños y niñas jueguen hemos de proveerlos de tiempo y
espacio, sin ahogarles con actividades y tareas. Saltemos con ellos o al menos
no boicoteemos su impulso natural, su impulso de juego.
Creemos en las escuelas que potencian las capacidades que
los niños y niñas ya tienen, que reconocen el valor y la luz que irradian, que
no necesitan modelarlos, que tan solo les permiten ser, confiando en el salto
singular y maravilloso de cada uno de ellos, facilitándoles el camino,
llenándolos de estímulos, no de imposiciones prefabricadas, tienen derecho a
una educación pública y de calidad para todos.
El derecho a la familia, a estar rodeados de seres
queridos. Derecho a la confianza, la cercanía, la mirada y a la calidez humana.
El derecho a despedirnos lentamente, a encontrarnos con pausa, a que nuestra
escuela construya hogar y sea la ramificación de una familia más extensa. La
certeza de que todos cabemos en la escuela colma a los niños de seguridad. Así
saltan despreocupados porque saben que están en casa, en un lugar seguro,
amable ...
¿Y si los niños no saltan despreocupados? Que ejerzan su
derecho a la dependencia, se agarren a la falda o escuchen poemas desde
el regazo amigo. Con tiempo encontrarán la senda de la autonomía, escuchando
sus latidos, escuchando su tic-tac y si no quieren… así, sin saltar.
Queremos una ciudad de Granada que salte y mire y proyecte
alto, muy alto, muy arriba por sus niñas y niños,
una ciudad que viva esas vidas menudas, que comprenda que la infancia es un
tesoro que preservar, que no se debe obstaculizar. Una ciudad que se ponga en
cuclillas, que observe el brillo que desprenden los ojos infantiles, que los
crea capaces, competentes y llenos de magia creativa, y que salte por y con ellos
con toda su energía para que los caminos sean miles y las
soluciones millones.
Un salto por la infancia o mil que hicieran falta".
Silvia qué reconfortante son tus palabras al recoger con tanta armonía el sentir de mamás,papás y pequeños. Pequeños y pequeñas que sientan que través de tus palabras se puedan escuchar y alzar sus voces.Mil gracias.Es un regalo ser parte de esta comunidad... Txus, mamá de Amal.
ResponderEliminarSilvia, releo el texto y me dan infinitas ganas de saltar por cuántas cosas expresas tan lindamente... Gracias, gracias, gracias...
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