sábado, 9 de marzo de 2013

LEER...


INFANCIA, LECTURA Y EMOCIONES


Amparo, maestra y compañera de la E.I.M. Duende nos comparte el resumen de la conferencia inaugural del Congreso de Pediatría que se celebra esta semana en Granada, que, a su vez, se lo hace llegar Carmen, pediatra y madre de su grupo. Gracias a las dos.

Dicha conferencia inaugural corrió a cargo de JUAN MATA ANAYA, amigo, escritor, profesor de Literatura Infantil de la Facultad de Ciencias de la Educación y persona muy vinculada a la formación de nuestro colectivo docente.  

Una invitación a que pediatras y otros profesionales se sumen al apasionante mundo del desarrollo lingüístico   de niños y niñas, contribuyendo al bienestar y crecimiento armónico de la infancia...
Pincha en mas información para disfrutar de esta conferencia.


Comisión de Formación Continuada de la APap-Andalucía
ACTIVIDAD FORMATIVA PARA LAS 17 JORNADAS DE PEDIATRAS DE
ATENCIÓN PRIMARIA DE LA APap ANDALUCÍA
Título de la actividad:
CONFERENCIA INAUGURAL: INFANCIA, LECTURA Y EMOCIONES


FAMILIAS, APRENDIZAJES Y LECTURA *

Cuando se habla de lectura e infancia, de inmediato se piensa en los profesores. Es a
ellos a los que la sociedad ha encomendado la tarea de enseñar a los niños a leer y escribir y
parece razonable que la responsabilidad del éxito o el fracaso de ese aprendizaje recaiga en
gran medida sobre ellos. La comunidad en su conjunto no puede asumir todos los aprendizajes
que los niños requieren, por lo que delegan esa misión en profesionales especializados. Los
docentes constituyen la base de esa tarea.

Pero aun siendo cierta esa responsabilidad, es preciso hacer, a la luz de los
conocimientos actuales, algunas observaciones.

Leer no es una competencia que sirva solo para la escuela ni que solo se adquiera en la
escuela. Aprendemos a leer y escribir para participar en el mundo social y a la vez para el puro
disfrute personal. Y ese aprendizaje no lo iniciamos ni lo desarrollamos exclusivamente en la
escuela. Fue así en tiempos remotos, cuando las escuelas eran uno de los escasos lugares
donde era posible superar el analfabetismo. Pero hoy ya no se puede pensar en esos términos.
Los reclamos y los estímulos presentes en los espacios públicos, sea una calle o sea un centro
comercial, son incesantes. Y son escasísimos los hogares donde no se realizan prácticas, por
limitadas que sean, de lectura o escritura. Es incongruente pensar por lo tanto que el
aprendizaje y el ejercicio de la lectura y la escritura están limitados a las aulas. Basta observar
el comportamiento de un niño ante los textos sociales, desde los carteles a las etiquetas o los
letreros, para darse cuenta de ello.

Así pues, tengan o no conciencia de ello, lo asuman o no, padres o hermanos mayores
actúan también como modelos y guías de cualquier niño que comienza a interesarse por la
lectura y la escritura. Y ello por razones obvias: ese aprendizaje comienza de modo espontáneo
desde el mismo momento en que un niño ve a otras personas leer y escribir. ¿Quiere ello decir
que la familia tiene la obligación de enseñar a leer y escribir? No. Esa constatación plantea
simplemente que un niño curioso se incorporará inevitablemente y con naturalidad a las
prácticas letradas que vea en su entorno social y familiar, de modo que los miembros de su
familia aparecen como sus primeros e ineludibles referentes. Además, los niños pasan muchas
menos horas en la escuela que fuera de ella, de modo que el ambiente en el que crezca resulta
en ese sentido determinante. Para lo mejor y lo peor, pues niños que crecen en hogares donde
esas prácticas son frágiles o inexistentes van a estar en inferiores condiciones de aprendizaje
que aquellos otros donde sean habituales y ponderadas.

Las evaluaciones internacionales de la competencia lectora así lo certifican. Los
informes PIRLS (Progress in International Reading Literacy Study) y PISA (Program for
International Student Assessment) confirman estudio tras estudio que las actividades
relacionadas con la lectura y la escritura que se realizan en el hogar repercuten muy
favorablemente en el rendimiento académico de los alumnos y, en consecuencia, en su
competencia lectora. Si lo que se persigue es la inmersión temprana en el mundo de las
palabras y el afianzamiento de su interés por ellas, nada parece más oportuno que relacionar a
los bebés con el complejo lenguaje de los libros desde que nacen. Y una de las formas más
sencillas y eficaces de conseguirlo es la lectura en voz alta de textos literarios. Como ponen de
manifiesto numerosas evidencias científicas, la exposición temprana de los niños al lenguaje
narrativo y poético, a los juegos de palabras o a las aliteraciones y las rimas contribuyen a una
distendida apropiación del lenguaje y a la comprensión de las estructuras profundas de la
lengua materna. Un hecho que redundará en una alfabetización gradual, segura y feliz.

Las razones de ese beneficio son muy claras. La adquisición del lenguaje no es una
actividad programada y regulada escolarmente, sino una conquista progresiva que se hace en
contextos y situaciones reales. Cuantas más ricas y alentadoras sean esas primeras
experiencias tanto más provechosas serán. Ese acercamiento por tanto comienza y progresa
sustancialmente en el entorno familiar. Hurtar o debilitar a los niños esos estímulos en los
primeros años de vida significa privarlos de oportunidades esenciales de aprendizaje. Hay una
correlación clara entre el éxito escolar y las buenas experiencias lingüísticas en la primera
infancia.

Eso no significa que el éxito escolar deba ser el principal objetivo que justifique leer en
voz alta a los niños. Diríamos más bien que debe ser la consecuencia no la intención. La lectura
en voz alta procura ante todo vínculos sentimentales. Da la oportunidad a padres e hijos de
relacionarse sin que medien obligaciones o exigencias. Leer juntos permite habitar
temporalmente un mismo espacio imaginario y emocional, pues todos se sitúan en la misma
página, en la misma historia, en la misma sintonía, lo cual crea entre ellos lazos afectivos muy
intensos. Permite conversar acerca de cuestiones que, de no mediar un libro, serían muy
difíciles plantear, y permite hacerlo además de un modo que la vida cotidiana no siempre
propicia. Con respecto a la lectura y la escritura, la familia puede ofrecer lo que la escuela no
siempre está en condiciones de dar: calma, diálogo, apego. Y esos factores emocionales no son
irrelevantes cuando se trata de establecer lazos duraderos con los libros.

La evidencia de las bondades de la lectura en voz alta para el bienestar emocional y el
progreso intelectual de la infancia ha hecho que otros profesionales que tienen relación con
los niños -pediatras, psicólogos, psiquiatras, enfermeras, trabajadores sociales-se interesen
también por esa actividad. Son muchas las iniciativas que en diversos países se han puesto en
marcha para tratar de paliar las desigualdades que afectan a los niños en el acceso al lenguaje,
haciendo ver a los padres, entre otras medidas, la importancia de leer a los hijos unos minutos
al día de modo continuado. Ahí están, por ejemplo, organizaciones como Reach out and read,
Bookstart, Born to read, Nati per leggere, A.C.C.E.S. (Actions culturelles contre les exclusions et
les ségrégations), Nascuts per llegir…, cuyo objetivo básico es alentar la cooperación de la
familia en la alfabetización de la infancia, mitigando en lo posible los desequilibrios que en ese
aspecto se manifiestan a diario.

La implicación de pediatras y personal de enfermería en esas recomendaciones es una
novedosa contribución a una tarea que podría parecer exclusiva responsabilidad de los
maestros o los bibliotecarios. Su compromiso puede resultar, sin embargo, muy valioso. En
primer lugar, porque mucho antes de ir a la escuela, los bebés van a la consulta del pediatra y
sus consejos pueden contribuir a adelantar la implicación de los padres en el desarrollo
lingüístico de sus hijos, principalmente a través de la lectura en voz alta. En segundo lugar,
porque, dada su condición, los consejos del personal médico no poseen el carácter utilitario y
exigente que a menudo impregnan las prescripciones escolares, por lo que pueden ser
recibidos por los padres con mayor disponibilidad. Observar que desde los pediatras a los
maestros o los bibliotecarios se interesan por el bienestar y el crecimiento armónico de la
infancia puede estimular la implicación de los padres. Hacerles ver la trascendencia de su
compromiso en el campo de los aprendizajes lingüísticos debería ser un objetivo prioritario de
todos cuantos participan en el cuidado y desarrollo de los niños, independiente de su
profesión o su tarea.

Bibliografía
. Bonnafé, M. (2000): Los libros, eso es bueno para los bebés. Barcelona: Océano.
. Bryant, P. y Bradley, L. (1998): Problemas infantiles de lectura. Madrid: Alianza.
. Duursma, E.;Augustyn, M. y Zuckerman, B. (2008): “Reading aloud to children: the evidence”,
en Archives of Disease in Childhood, vol. 93, nº 7, págs. 554-557.
. Trelease, J. (2008): Manual de la lectura en voz alta. Bogotá: Fundalectura.
. http://www.reachoutandread.org/index.aspx


JUAN MATA
Universidad de Granada
Asociación Entrelibros

* Artículo publicado en la revista electrónica de FAMIPED, volumen 5, N.º 2, Junio 2012.
Bibliografía Conferencia Inaugural
17 J Granada


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