sábado, 19 de diciembre de 2015

LA REVOLUCIÓN EMPIEZA EN CASA


La alimentación de nuestras peques es un asunto que desde que nacen nos quita el sueño, primero, ¿introducimos  fruta o cereales? ¿leche materna o biberón? ¿ecológico, con sal, sin sal, azúcares? Por no hablar de las crecientes intolerancias, pieles atópicas…
Cada vez la información sobre alimentación  y salud es más amplia y al alcance de cualquiera, pero, corremos el riesgo, como decía el sociólogo Gianni Vattimo, de que en esta “sociedad transparente” nos perdamos en la vorágine de los flujos de información y no sepamos qué fuentes son fiables o digerir tal volumen de contenidos.


Muy poco a poco, se va reconociendo desde ciertos organismos prestigiosos como la OMS o la agencia alimentaria de la Unión Europea o asociaciones de incidencia social como la OCU, Ecologistas en Acción, etc., los efectos adversos para la salud de ciertas prácticas y la ingesta de ciertos alimentos.
El uso de plásticos que contienen Bisfenol A es una práctica de riesgo en este sentido. El Bisfenol A  es una sustancia que se sabe que puede causar efectos nocivos, por ejemplo, como alterador hormonal, a niveles bajísimos de concentración (muy por debajo, con frecuencia, de los niveles que han establecido como referencia "segura" algunas administraciones).
La UE, tras mucho resistirse (defendiendo los intereses de la industria), decidió no permitir un uso muy frecuente de esta sustancia durante mucho tiempo: el plástico de las botellas de los  biberones infantiles, por los riesgos que podía entrañar para el sistema inmunológico y el desarrollo infantil, ya que, al calentarse, pasaba del plástico a la leche. Otros usos que pueden causar contaminación del cuerpo humano con bisfenol A es el de las latas de comida, que no han sido prohibidos.
Ciertos alimentos como la Tilapia, la Panga y otros peces de cuestionable procedencia, son también nefastos en cuanto a su contenido en mercurio y pesticidas, su bajo valor proteico y el gran impacto ambiental en su producción y transporte http://www.rtve.es/alacarta/videos/documentos-tv/documentos-tv-pescado-no-tan-sano/2806263/. Estos peces se presentan en filetes sin raspas, ideal para los niños. Alcanzan entre los 3 y los 4,5 euros el kilo y su destino son los comedores infantiles, hospitales y centros sociales.
Por no hablar de las carnes con altos niveles de antibióticos y vegetales y frutas con elevadísimos niveles de pesticidas, compuestos organoclorados….
¿CUAL ES LA SITUACIÓN ACTUAL DE NUESTRAS PEQUES?
Ante este tipo de información no existe persona que no se alarme pero, cabe el riesgo, como con todos los conflictos y problemas que se nos presentan a diario en los medios de comunicación, de caer en la desidia y en el “no se puede hacer nada” “así de mal está el mundo”. Un alternativa es intentar organizarse y empezar a cambiar poquito a poco nuestro entorno más cercano y el impacto que suponen nuestras prácticas “LA REVOLUCIÓN EMPIEZA EN CASA”.
Familias cuyas peques están en las escuelas municipales infantiles de la Fundación Granada Educa, estamos organizándonos en una comisión “ECOSALUDABLE” para empezar a cuestionarnos sobre cuáles son los alimentos que se sirven en los comedores, su procedencia y la posibilidad de mejorar sus valores nutricionales y evitar riesgos innecesarios.
Como familias, creemos que si existe una evidencia de riesgo, debemos atajar el problema ya que, la demostración científica de sus efectos adversos suele tardar años, incluso décadas. Como dice Nicolás Olea, catedrático de medicina interna de la Universidad de Granada y jefe de radiología del Hospital Clínico en su informe “Agricultura y Salud” http://digibug.ugr.es/bitstream/10481/24895/1/InformeAgricultura_Salud.pdf
“La vida “autorizada” del DDT fue de treinta años, si se cuenta desde su comercialización hasta el fin de su empleo legal, tiempo excesivamente largo para un compuesto que ha demostrado ser bioacumulable y tóxico. Durante este tiempo el acúmulo del pesticida en suelos, acuíferos y en la cadena alimentaria es tremendamente significativo, de tal manera que haya hoy día población humana, por ejemplo, que no contenga niveles significativamente importantes de DDT y sus derivados acumulados, debido a su solubilidad en grasas y depósito en el tejido adiposo”
Pensamos que si cuidamos la pedagogía y el respeto en las escuelas como referente de su buena profesionalidad, la alimentación es otro aspecto muy importante a tener en cuenta.
POSIBLES ALTERNATIVAS
Hemos hablado con Isabel Haro, asesora a la producción ecológica en la asociación el Encinar. Nos ha explicado que, actualmente, la oferta en Granada de alimentos procedentes de agricultura ecológica es muy elevada y que, ha menudo, la oferta supera la demanda. El impacto beneficioso de estos alimentos a la salud como su impacto en la promoción de la economía local y la conservación de nuestro entorno es incalculable.
Existen ejemplos muy representativos como el comedor del CEIP Gómez Moreno, que lleva desde 2003 gestionándose por las familias y sirviendo alimentos ecológicos y recientes iniciativas de comedores alternativos como: "donde comen los monstruos" y "donde comen los cocos".
Tambien se puede consultar el perfil, de la Plataforma granadina por una alimentación responsable en la Escuela, que lleva años reivindicando la mejora del servicio de comedor escolar. https://www.facebook.com/groups/204180457109/?fref=ts
Educar a nuestras peques en el respeto a su entorno y al cuidado de su salud a través de la alimentación es esencial para crear, entre todas, un futuro más provechoso para estas generaciones y un ejemplo por parte nuestra de que los cambios y las mejoras, se construyen en colectivo, con respeto, diálogo y lucha.
Beti Luaces mamá de Simone (El Tren) 


12 comentarios:

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  2. Apoyo la lucha para conseguir que todo el monte sea orégano, y creo que uno de los primeros pasos debería ser intentar identificar aquello que no lo es. Tal vez desde la izquierda ilustrada (que aún queda alguna) se pueda aportar algo:

    REPENSANDO LA CIENCIA A PARTIR DE LA AGRICULTURA ECOLÓGICA

    http://www.eldiario.es/cienciacritica/Agricultura_ecologica-Prejuicios-Preconceptos-Conocimiento_cientifico_6_463763624.html

    ECOLOGISMO Y TRANSGÉNICOS: UNA PROPUESTA DESDE LA IZQUIERDA

    http://www.eparquiodelgado.com/index.php/ecologismo-y-transgenicos-una-propuesta-desde-la-izquierda/


    Y, siguiendo con el estímulo a la reflexión y al cuestionamiento de los sistemas de creencias adquiridos a lo largo de múltiples experiencias, quienes esto lean también podrían intentar contrastar las afirmaciones sobre la plasmación práctica de la agricultura ecológica (que no sobre sus planteamientos generales y sus aspiraciones) que se exponen a continuación:

    1. La llamada "agricultura ecológica" se ha adueñado del concepto sin ser sus métodos de cultivo y distribución necesariamente mejores para la salud ni para el medio ambiente (que es lo que queremos entender cuando vemos que algo dice ser "ecológico") que las de la agricultura convencional o de la integrada.

    2. La etiqueta "ecológica" implica, siempre, algo más que haber seguido la normativa europea de producción ecológica y que una empresa certificadora haya dado el visto bueno.

    3. En la normativa europea sobre producción ecológica se permite el uso de una serie de pesticidas y fertilizantes.

    4. La mayoría de esas sustancias son peores para la salud y el medio ambiente: porque son más antiguas, más tóxicas, menos específicas y eficientes, y con mayor potencialidad para acumularse en suelos y acuíferos por su escasa degradabilidad.

    5. No hay, necesariamente, diferencia nutricional entre alimentos ecológicos y los provenientes de la agricultura convencional o la integrada. La única que parece darse es que los ecológicos tienen algo más de antioxidantes porque la planta se defiende de unas agresiones que no sufriría con el uso de pesticidas modernos.

    6. Los productos ecológicos no implican mejor sabor, y menos desde que la normativa permite que no se recolecten en el punto óptimo de maduración y puedan ser sometidos a la cadena de frío para su transporte. Las catas a ciegas no consiguen mostrar la superioridad de las propiedades organolépticas de los pruductos ecológicos.

    7. Hay grandes empresas y multinacionales dedicadas a la producción y distribución global de productos ecológicos.

    8. La agricultura ecológica, como el resto de agriculturas comerciales, usa semillas mejoradas genéticamente mediante diversos procesos, entre ellos la exposición a radiación o a tóxicos mutagénicos.

    9. Los cultivos ecológicos requieren, por unidad de producto obtenido, mayor uso de terreno, de agua y de fertilizantes, con lo cual su sostenibilidad no se puede dar por sentada.

    10. No es posible consumir vegetales "ecológicos" sin pesticidas: más del 99% de la carga tóxica que ingerimos de los productos vegetales que comemos provienen de la propia planta, que los sintetiza para defenderse de hongos, insectos y predadores herbivoros.

    11. En el caso de explotaciones ecológicas de pequeño tamaño y ámbito familiar, la escasa trazabilidad y control sobre el producto final puede ocasionar dificultades a la hora de identificar y controlar posibles brotes de toxiinfecciones alimentarias.

    12. El uso de abono y compost como fertilizante no está en absoluto exento de problemas: en relación a la generación de gases de efecto invernadero (por su origen, grandes mamíferos, y por la enorme cantidad de metano proveniente de su descomposición), y por el aumento de la probabilidad de que el producto final acabe contaminado por organismos patógenos (la mal llamada "crisis del pepino español", con sus 3950 intoxicados, 845 personas con síndrome urémico hemolítico y 54 muertos, fue causada por brotes de soja ecológicos).


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    1. No, todo lo contrario, no queremos que todo el campo sea oregano. Ahí va el video de mis compis Pachamama Crew con Vandana Shiva:
      https://youtu.be/GLhyNs1gwDU
      Mas alla de entrar en debates seudofilosoficos-cientificos invito a todo el mundo a que lea a Vandana Shiva y se acerque a los campos de los agricultores ecologicos de la vega de Granada o participe en una cooperativa agroecologica como hortigas, aqui tambien en Granada, para ver el valor real y el impacto de la agricultura ecologica en nuestro entorno y en nuestras gentes.

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    2. Está claro que cada persona puede creer en lo que le apetezca, pero me indigna y entristece enormemente las afirmaciones y postulados sin ninguna base científica escogiendo reseñas que creen ser veraces, abogando por un desarrollo insostenible y contribuyendo de este modo al deterioro incesante de nuestro entorno.
      Aventurándonos a criticar la agricultura ecológica sin dejar a un lado esa visión etnocentrista y egoísta que tanto daño hace al medio ambiente, nos hace perder la perspectiva de nuestra propia realidad y condenar así a nuestras futuras generaciones.
      Está claro que el problema es de base, y refleja tanto las carencias existentes en nuestra sociedad, como la imperiosa necesidad de formar en el conocimiento y el buen hacer a nuestros jóvenes, más allá de una ideología política. Esperemos con los dedos cruzados a que esta labor indispensable de sus frutos.

      Federico Barragán, agricultor, apicultor y profesor de Ciencias de la Tierra y Medio Ambiente.

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    3. Concibo las actividades agropecuarias ecológicas y el resto de prácticas asociadas con ellas como un intento de minimizar el impacto medioambiental que, inevitablemente, debemos causar para producir y distribuir alimentos. Durante las últimas décadas, se está intentando lograr un necesario contrapunto a muchas consecuencias no deseadas de las distintas revoluciones verdes que han tenido lugar durante el siglo pasado, y no veo razón para que esto no se produzca. También creo que no se ha de recurrir a la ecuación fácil de que lo todo lo "orgánico" es bueno y todo lo "convencional" malo, idea que parece dominar cada vez más cualquier discusión sobre los sistemas agrícolas, ni ignorar que esta polarización creciente invisibiliza la posibilidad de múltiples vías intermedias, criollas e híbridas, que tienen mucho que aportar.

      Debería resultar más evidente que, aunque el concepto general es loable, hay mucho de criticable en todo el batiburrillo de ideas que conforman (y se asocian con) estas prácticas concretas englobadas dentro de las denominaciones “ecológico” y “orgánico”, y como ejemplo palmario de ello se encontraría la inclusión de pseudoterapias homeopáticas o de conjuros biodinámicos, cabo de uno de los hilos de los que se podría comenzar a tirar. La conservación y la protección del medio ambiente no deberían estar reñidas con la autocrítica.

      Si alrededor de unos principios unificadores tan bienintencionados se construye un sistema tan restrictivo de reglas, prohibiciones, regulaciones, ideologías y dogmas, se estrangula la flexibilidad necesaria para operar sobre cada caso particular. En el planeta existen miles de suelos distintos, condiciones climáticas locales muy diferentes, y una plétora de situaciones socio-económicas. Los reglamentos sobre producción y etiquetado de productos ecológicos, mezcla de ciencia, pseudociencia, conveniencias políticas, e intereses espurios, van camino de adquirir un aura tan sacrosanta como si de versículos coránicos o bíblicos se tratasen. ¿No serán estos códices contemporáneos ejemplos del enésimo intento de colonialismo proveniente de la mencionada “visión etnocentrista y egoísta”?

      Otra pregunta que planteo: ¿por qué, entre los defensores más acérrimos de las prácticas “ecológicas”, abundan tanto las personas que flirtean con (o abrazan sin restricciones) el pensamiento mágico plasmado en reikis, acupunturas, bioneuroemociones, antivacunas, homeopatías, reflexologías, quiroprácticas, dietas de gurú, pulseras magnéticas, flores de Bach, irrigaciones colónicas, terapias cristalográficas, aromaterapias, sanaciones espirituales, shiatsus, naturopatías, kinesiologías, limpiezas hepáticas, constelaciones familiares, terapias craneosacrales, cromoterapias, y medicinas antroposóficas, ayurvédicas, cuánticas, y ortomoleculares. ¿Hay algún factor común lubricando la credulidad y enturbiando el raciocinio? ¿Es que el rechazo (justificado) hacia alguna mala praxis de los sistemas establecidos erosiona el sentido crítico y, en lugar de poner énfasis en modificar aquellas, preferimos dar plausibilidad a todo tipo de patrañas que, creemos, suponen alternativas igual de válidas o incluso mejores?

      Seila Cooper González-Gallegos, cuentacuentos que pasaba por aquí.

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    4. Algunos argumentos más para seguir enriqueciendo el debate: http://de-avanzada.blogspot.com.es/2016/05/Organico.html?m=1

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  3. Las personas aficionadas a los debates seudofilosófico-científicos conocemos bastante bien a Vandana Shiva desde hace tiempo; nada nuevo por ahí. También conocemos a quienes han aportado argumentos y pruebas para, como mínimo, matizar enormemente sus tesis.

    Esta nueva religión, como todas las demás, nos aporta una felicidad beatífica proveniente de un discurso simplista, monólitico y nada flexible. Nos hace creer que ya conocemos cómo funciona el mundo y cómo hemos de comportanos para alcanzar una mayor pureza física y espiritual, la cómoda sensación de pertenencia a un grupo de personas que piensa y actúa de un modo similar, que hace lo correcto y que contribuye a mejorar el mundo. Pero las cosas suelen ser un poco más complicadas de lo que pensamos y puede que creamos que ya no estamos escuchando una misa en la que hemos dejado de creer cuando lo único que hemos hecho es salir del crucero de la iglesia para acabar en la sacristía. Siguiendo con la idea de que la revolución empieza en casa, tal vez deberíamos plantearnos alcanzar un mejor equilibrio entre aquella felicidad beatífica mencionada y el desasosiego proveniente de cuestionar las propias creencias, de comprobar nuestras evidencias una y otra vez, de hacer preguntas y pedir pruebas, de estar dispuestos a cambiar de opinión cuando sea necesario, de ser críticos con la información a la que nos exponemos, de reconocer que, en muchas ocasiones, lo "mejor" no será negro y lo "peor" blanco (o viceversa) sino que tanto lo uno como lo otro se moverán en el ámbito de los grises. Por supuesto que queremos que las nuevas generaciones estén mejor alimentadas y mejor educadas, y también deberíamos dotarlas de los mejores hábitos críticos posibles para intentar conseguir (tarea ardua) que no sean tan crédulas y supersticiosas como lo está siendo la nuestra.

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  4. Aún a riesgo de incurrir en la extemporaneidad, creo que Vandana Shiva se merece un comentario más extenso.

    La doctora en filosofía Vandana Shiva (no una “eminente física nuclear”, como ella misma gusta de presentarse) se ha arrogado una serie de conocimientos en agricultura, biotecnología, toxicología, economía y nutrición a partir de los cuales ha desarrollado una cosmovisión que otras personas expertas en estos campos del conocimiento han cuestionado fuertemente. Sus ideas sobre volver a un pasado romántico idealizado, en el que todo era felicidad y armonía y en el cual no existían hambrunas y los alimentos se obtenían prácticamente sin esfuerzo, son rechazadas por la modernidad de su país. Que se lo pregunten si no a Meera Nanda, figura sobre la cual también se pueden proyectar los atributos de “mujer”, “india” y “feminista”. Como buena representante de los predicamentos de la posmodernidad, Vandana Shiva no parece tener clara la frontera entre usar conocimiento local y ser dominado por él; tampoco parece interesarle distinguir entre “conocimiento” local y “mito” local, particularmente mitos de dominación y desigualdad rampantes en su país y de cuya variedad local aún estamos intentando librarnos en Europa.

    No se está cuestionando aquí el derecho a tener una serie de creencias y a vivirlas de una determinada manera, y está claro que tampoco se cuestiona el derecho a la discusión pública de cualquier creencia. En nuestro entorno democrático y laico estas libertades se garantizan, dentro de los límites acordados por toda la ciudadanía (perdón: por la mayoría parlamentaria de turno; en qué estaría pensando). Lo que se intenta es hacer ver las consecuencias últimas de promover algunas ideas. Seguir los consejos de Vandana Shiva sobre agricultura se parece demasiado a pedir asesoramiento sobre planificación familiar a los papas de Roma. En nuestro entorno, donde tiramos comida y con tasas de natalidad bajísimas, puede que las consecuencias de hacerlo no fuesen graves, e incluso podrían llegar a ser beneficiosas; en otras partes del mundo, que van a ver duplicar su población en los próximos 50 años y con altas prevalencias de enfermedades de transmisión sexual, puede que el resultado acabase siendo desastroso.

    Mi mayor frustración con lo "orgánico" proviene de su conceptualización del mundo, de la noción de que lo "natural" es bueno y lo diseñado por la especie humana es inherentemente peor e implica alguna suerte de pecado; y de los mecanismos de justificación, usando argumentos de todo tipo, para tratar de explicar lo que, esencialmente, es una elección ideológica quasi religiosa hecha de absolutos, cuando estos absolutos no aparecen ni en lo nutricional, ni en lo ambiental, ni en lo social.

    No hay nada en las actividades agropecuarias que sea natural; se trata de una actividad humana que siempre ha requerido la aplicación de tecnología: el uso del fuego, sistemas de irrigación, mejora genética de las semillas, métodos de control de plagas, de almacenamiento, conservación y distribución de los alimentos. Decir que un tractor es un producto de mayor impacto tecnológico que un azadón y que este último siempre será preferible conlleva implícita la idea de que la tecnología es perjudicial per se y hemos de oponernos a ella por sistema.

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  5. Tampoco se trata de que no entienda la incomodidad que generan estas cuestiones. Pocas personas son toxicólogas o se dedican a la edición genómica. No es lo mismo, sin embargo, mantener un escepticismo sano con respecto a las nuevas tecnologías que van apareciendo, demandar mayor transparencia e información, y una evaluación continuada de cuáles son las consecuencias de su uso, que oponerse a ellas por el mero hecho de de su novedad o con el argumento de que "no son naturales". No hay nada en lo "natural" o "artificial" de los plaguicidas que altere su particular nivel de toxicidad; apelar a lo "natural" no cambia el hecho de que nuestros cultivos, todos, sean el resultado de 10.000 años de modificación genética; de que los tubérculos silvestres eran tóxicos para los humanos, las pocas verduras existentes sabían mal, y que las frutas y cereales realmente "naturales" contenían muy pocos nutrientes y proporcionaban cosechas exiguas.

    Resulta muy lógico que, cuanto más complejas y más incomprensibles se vuelven las tecnologías que usamos, más rechazo e inquietud se genere en una parte de la ciudadanía. No me parece tan lógico que la respuesta que se defiende como obvia desde algunas posturas ideológicas sea el oponerse a su uso en lugar de adquirir la formación mínima que permita entenderlas y evaluarlas desde la información. El argumento de "no usar ninguna tecnología que no comprendamos" suena a apología del analfabetismo. Y lo mismo ocurre con aquel mantra de “no comer nada que no podamos pronunciar”: si tuviésemos que recitar, entre bocado y bocado, la lista de compuestos químicos que conforman una manzana (no ya una paella de marisco) nos moriríamos de hambre.

    Vivimos ciertamente unas épocas en las que nuestros sistemas de producción en general (y de alimentos en particular) necesitan ser reformados urgentemente. La agricultura y la ganadería son contribuyentes nada desdeñables al calentamiento global y a la degradación medioambiental, los caladeros de pesca se agotan, se abusa de antibióticos y agrotóxicos, desperdiciamos una cantidad absurdamente enorme de la comida que producimos, hay un exceso de embalajes y las rutas de distribución se alargan, los derechos de los trabajadores no siempre se respetan y sus condiciones de trabajo pueden llegar a ser abusivas o caer directamente en la explotación, ... y, en medio de todo esto, unos tenemos la panza bien llena a la vez que otros pasan hambre a diario mientras se afanan en unos sistemas agrícolas que pueden dar o no la productividad requerida y que podrán ser o no medioambientalmente sostenibles dada la situación de crecimiento demográfico que estamos afrontando y que se va mantener durante bastantes décadas.

    Atendiendo a estos retos globales, la polarización entre orgánico y convencional, el no reconocer que lugares y circunstancias diferentes van a necesitar soluciones y estrategias diferentes y que, muy probablemente, esas soluciones y estrategias deberán ser variadas, diversas e híbridas me parece una postura miope y de gran estrechez de miras. Por supuesto que comer es muchísimo más que ingerir los nutrientes necesarios para seguir con vida, pero creo que no deberíamos renunciar de antemano a cualquier tecnología o procedimiento basándonos simplemente en nuestras apreciaciones de si es más o menos "natural" o de si se asocia con un determinado sistema de producción de bienes. Las buenas prácticas agrícolas que mejor funcionan y que mejor protegen el medio ambiente no siempre van a coincidir con unos determinados ideales o con una determinada orientación política.

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  6. Beti gracias por tu articulo, tu tiempo y por abordar y abrir debate de un tema tan importante.
    Saludos

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  7. Insistiendo en que no todo el monte es orégano (1ª parte):

    http://www.eldiario.es/cienciacritica/Agricultura-ecologica-convencional-produccion_agricola-sufato_de_cobre-monocultivo-salud_6_522207776.html


    -Se asume que la agricultura ecológica tiene un impacto ambiental menor que la convencional pero ninguna de las dos está exenta de problemas

    -Aún falta camino por andar para que la agricultura ecológica cumpla con los objetivos de mejorar la salud humana, asegurar la integridad ecológica y aportar una producción suficiente para alimentar a toda la población

    -La “producción integrada” aparece como una alternativa cada vez más atractiva que certifica el uso de buenas prácticas agrícolas en explotaciones agrícolas convencionales

    -Urge pasar de la descalificación mutua al diálogo entre ambas escuelas de producción agrícola

    "Todas las actividades humanas tienen un impacto ambiental y la agricultura, sea ecológica o convencional, no es ninguna excepción. La agricultura representa la principal amenaza para la biodiversidad, como consecuencia de la destrucción directa de áreas naturales. (...) Se asume que la agricultura ecológica tiene un impacto ambiental menor que la convencional. ¿Pero, es realmente así? ¿Tenemos datos científicos para decir algo concreto y significativo al respecto? En realidad sí, y los análisis globales que revisan cientos de trabajos y artículos científicos (conocidos como meta-análisis) ofrecen una perspectiva sólida sobre el impacto ambiental de los distintos tipos de agricultura. Estos meta-análisis nos permiten comparar con bastantes garantías el impacto de la agricultura ecológica con el de la convencional. Y ambas tienen ventajas e inconvenientes."

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  8. Insistiendo en que no todo el monte es orégano (2ª parte):

    http://www.eldiario.es/cienciacritica/Agricultura-ecologica-convencional-produccion_agricola-sufato_de_cobre-monocultivo-salud_6_522207776.html

    "(...) Los estudios disponibles indican que la agricultura ecológica favorece la conservación de la biodiversidad, aunque este efecto se manifiesta sobre todo en grandes extensiones agrícolas, no siendo tan visible en paisajes más diversos o que incluyan pequeñas áreas de hábitat natural. (...) Otra ventaja generalmente atribuida a los productos de agricultura ecológica es su mejor sabor, textura y valor nutricional. Sin embargo, los trabajos científicos disponibles hasta la fecha muestran que no existe ninguna ventaja nutricional en los alimentos ecológicos y que no siempre saben mejor que los convencionales. Otros estudios concluyen que los vegetales ecológicos tienen mayores concentraciones de antioxidantes, carotenos y flavonoides. Por desgracia, los beneficios de estas sustancias son cuando menos controvertidos. (...) La agricultura ecológica reduce el uso de pesticidas en un 97% y el de energía y fertilizantes en un 34-53%. Pero tiene un problema importante: su baja productividad que le lleva a producir en promedio un 20% menos de alimentos para una misma superficie de cultivo. Esta diferencia de productividad aumenta con el tamaño de las explotaciones debido a la dificultad de mantener el suplemento de nutrientes en explotaciones ecológicas de gran tamaño y suele compensarse con una mayor superficie de cultivo. Si tuviéramos que producir con agricultura ecológica la misma cantidad de alimentos que producimos ahora deberíamos ocupar, en principio, un 25% más de superficie de la que ocupamos ahora. (...) Dada la gran cantidad de excedentes que produce la agricultura en el primer mundo, una pérdida del 20% en la producción no parece un problema importante para Europa o América del Norte, los lugares donde precisamente está más implantada la agricultura ecológica. Sí debemos prestar atención a la expansión de la agricultura a otras regiones, donde la alternativa es la expansión de técnicas de monocultivo. (...) La réplica racional a esa expansión podría ser la modificación parcial y ecológicamente informada de los sistemas agrícolas convencionales. (...) Pero el problema principal de la agricultura ecológica es que, en realidad, no siempre es todo lo ecológica que podría parecer. Para que un producto lleve el sello de “ecológico” debe cumplir con una normativa que regula las condiciones en las que ese alimento fue producido. Aunque lo primero que nos viene a la mente al pensar en agricultura ecológica es que es “libre de químicos” (...) el resultado es que muchos productos químicos usados con normalidad en agricultura “ecológica” son bastante más tóxicos que los pesticidas convencionales. (...) Pero las incoherencias de la normativa ecológica no acaban ahí. Otros artículos son aún más preocupantes por su naturaleza acientífica.no se prohíbe el uso de antibióticos en la carne ecológica, pero se sugiere que primero se deben utilizar tratamientos homeopáticos, cuya ineficacia ha quedado ampliamente demostrada, o plantas medicinales cuya dosificación es completamente arbitraria, al contener sustancias activas en concentración desconocida (ya que varía ampliamente entre variedades y con las condiciones de cultivo). Con ello únicamente se contribuye a alargar el sufrimiento de los animales enfermos que tienen la desgracia de ser criados con el etiquetado “ecológico”. Puro oscurantismo. (...) En lugar de azuzar el debate entre la agricultura ecológica y la convencional, el medio ambiente y nuestra salud saldrían muy beneficiados si concentrásemos nuestros esfuerzos en promover la producción integrada, en revisar y reducir el uso de químicos tanto en la agricultura ecológica como en la convencional, y en garantizar que ambas utilicen criterios ambientales y científicos mucho más rigurosos."

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